UNIDAD 2: ANTROPOLOGÍA Y ENFERMERÍA
Este estudio está orientado por un objetivo general
que consiste en explicar la necesidad de adoptar enfoques y métodos
antropológicos en el amplio y variado marco de los cuidados de salud. Para ello
ha sido preciso alcanzar los siguientes objetivos específicos:
-Demostrar la naturaleza antropológica de los
cuidados y su relación con la antropología clínica.
-Explicar y definir la antropología de los
cuidados.
-Clarificar los conceptos de etnografía y etnología
en el contexto de la antropología de los cuidados.
-Explicitar los principales métodos y técnicas
etnográficos susceptibles de ser aplicados en la disciplina enfermera con
expectativas altas de rentabilidad (observación, observación participante y
diario de campo).
-Explicar los modelos transculturales más
reconocidos en enfermería.
-Identificar la relación entre marco ideológico de
la ciencia y la enfermería antropológica y transcultural.
Se parte de las siguientes hipótesis iniciales u
orientadoras en el proceso de vertebración de este trabajo:
-La enfermería es una disciplina cuya naturaleza es
fundamentalmente antropológica.
-La antropología clínica es una parte o
especialidad de la antropología de los cuidados.
-La observación, la observación participante y el
diario de campo constituyen un arsenal metodológico de gran validez y
confiabilidad para interpretar las situaciones de vida-salud-enfermedad-muerte
desde una perspectiva holística.
-La perspectiva histórica etnográfica puede
contribuir al desarrollo de una historia cultural de la enfermería, donde los
sentimientos, las creencias, las religiones, etcétera sean objeto de la
historia.
-La vertebración de la enfermería transcultural se
demuestra mediante el desarrollo de los modelos, métodos y técnicas pertinentes
para dicha disciplina.
-La antropología de los cuidados y la enfermería
transcultural sólo pueden desarrollarse en un marco científico-ideológico
democrático y sociocrítico.
Respecto al estado de la cuestión y las
publicaciones específicas de antropología de los cuidados, sin duda alguna hay
que empezar haciendo referencia obligada a Madeleine Leininger quien, en la
década de los cincuenta, aplicó por primera vez el método antropológico a la
enfermería.
Fundó el campo “enfermería transcultural” mediante
la fusión de dos conceptos que procedían de dos disciplinas distintas: la
cultura (procedente de la antropología) y el cuidado (procedente de la
enfermería) (Leininger, 1978, 1995).
Para que esta conjunción resultara armoniosa, la
doctora Leininger ha realizado una serie de reflexiones sobre los conceptos
esenciales de enfermería y antropología apoyando este trabajo teórico en un
sólido y amplio abanico de trabajos de campo (Leininger, 1970, 1988, 1991,
1995); y todo ello en el marco de los planteamientos éticos que toda actuación
de enfermería implica (Leininger, 1990).
Entre los seguidores más destacados de Leininger se
encuentran: Rorbach, que ha trabajado la enfermería transcultural centrándose
en la universalidad y la diversidad de los cuidados (Rohrbach, 1996, 1998).
Colliére ha contribuido de forma decisoria en el desarrollo de la antropología
de los cuidados en Europa llamando la atención sobre el origen doméstico de la
enfermería (Colliére, 1989, 1993).
La ciencia en general, pero la antropología en particular,
captan y definen la realidad mediante interpretaciones. Ya Geertz equipara el
antropólogo a un autor destinado a rescribir constantemente lo observado en el
“campo” (Geertz, 1989).
En consecuencia, la diversidad cultural es un hecho
que hay que conjugar con una constante: la dualidad interpretativa de todos los
fenómenos (Siles, 2000)
Los conceptos de “Emic” y “Etic” fueron acuñados
por K.L. Pike para explicar el hecho de que cualquier fenómeno social,
cultural, económico o sanitario tiene dos formas básicas de interpretación.
Siguiendo al profesor Gustavo Bueno, se puede afirmar que cuando se tratan de
reproducir los contenidos culturales tal como se les aparecen a los individuos
que pertenecen a la cultura de referencia se está aplicando una perspectiva
“emic”. Por el contrario, cuando se trata de reproducir o describir los
contenidos culturales teniendo en cuenta elementos, factores y conocimientos
externos a los individuos que pertenecen a la cultura de referencia se está
adoptando una perspectiva “etic”.
Para clarificar el contexto en el que surgen
diferentes ramificaciones o especialidades antropológicas, sería conveniente
resumir, siquiera brevemente, el origen y evolución de la disciplina
antropológica. La denominada “Antropología Social” tiene su origen en Gran
Bretaña y sus puntos de partida metodológicos y teóricos se inspiran,
fundamentalmente, en la sociología colonial británica de la segunda mitad del
XIX y las primeras cinco décadas del siglo XX.
Los antropólogos sociales estudian las culturas más
o menos exóticas o pintorescas de las colonias desde la mentalidad occidental.
Por su parte, la “Antropología Cultural” se desarrolla en Estados Unidos,
aunque su primer representante es el antropólogo hebreo alemán Franz Boas,
quien interpreta y explica las culturas desde la particularidad de las mismas,
según criterios historicistas que consideran la evolución aislada (no
contaminada).

Esta forma de interpretar los cuidados implica la
necesidad de considerar, como factores claves de su estudio, no sólo el mundo
de los hechos y comportamientos (como fenómenos observables en la superficie de
la sociedad y, por tanto, los más fáciles de valorar), sino también aquellos
factores que permanecen ocultos bajo la superficie de lo explícitamente
manifiesto y que, sin embargo, desde su invisibilidad determinan que tal
comportamiento o estilo de vida se produzca de una forma y otra.
Estos factores ocultos constituyen las raíces de
los comportamientos, saludables o no, y determinan de forma radical las
tendencias de los comportamientos y el hecho de que éstos se transformen en
hábitos al mantenerse constantes en el tiempo. Los estilos de vida saludables y
no saludables se corresponden con tendencias conductuales estables durante
largos períodos de tiempo y su perseverancia o resistencia al cambio es
directamente proporcional a la fortaleza de sus raíces (ideas, valores,
creencias y sentimientos).
2.2. ANTROPOLOGÍA DEL CUERPO ANTROPOLOGÍA DE LA SALUD Y ANTROPOLOGÍA DE LA ENFERMEDAD
En sus inicios, la antropología defendía el interés hacia el
conocimiento de lugares, épocas, culturas y sociedades consideradas distintas.
La necesidad por conocer mejor al “otro” y a su “otredad”, era apasionante por
sí misma, pero sobre todo contribuyó a la mejor comprensión de nuestra propia
condición humana. Esta primera restricción del objeto de estudio de la
antropología, condujo a no pocas limitaciones posteriores hasta llegar al
estudio de las culturas contemporáneas.
La antropología fue quizás la primera ciencia social en otorgarle un
estatus epistemológico a la vivencia descubierta a través de la experiencia, de
manera que permitió entender cómo la gente de otros lugares y tiempos vivían, y
cuán diferentes o similares eran en relación con nosotros. Estos conocimientos
nos ha enseñado a vivir, manteniendo relaciones de convivencia con los otros y
con nosotros mismos, a partir de la comprensión e identificación de dramas
comunes y de la necesidad humana de auto interpretación.
Sin embargo, no contó esta ciencia con una tradición intelectual
continua, sino que su desarrollo ha sido multilineal, lo que quiere decir que
ha dependido de distintas tradiciones nacionales, de los aportes de varios
autores, de su creciente institucionalización y profesionalización, así como de
diferentes escuelas de pensamiento.
La antropología ha propuesto un saber abierto que no está exento de
confusiones y de una indefinición perturbadora y polifacética, debido
fundamentalmente a la amplitud y vastedad estructural con la que se define su
objeto, desde las dimensiones tanto biológicas como culturales.2
En tal sentido se le reconocen cuatro grandes “campos de estudio o
especialidades: la arqueología, interesada en el
estudio de los pueblos ya desaparecidos; la antropología física o
biológica, que fundamenta sus análisis en el origen animal y la naturaleza
biológica de los seres humanos, la lingüística antropológica,
encargada del estudio de la gran diversidad de lenguas habladas por los humanos
y por último la antropología cultural, también llamada antropología
social, la que se ocupa de la descripción y el análisis de las culturas y
tradiciones socialmente aprendidas, tanto del pasado como del presente.
Pero una antropología propiamente construida no es separable en
antropología física y social. Personalmente considero que, lejos de contribuir
a su desarrollo, la fragmentación en campos disciplinares ha provocado
justamente el efecto contrario. Un ejemplo de ello es precisamente la
antropología médica, que como especialidad dentro de la antropología, se
encuentra en un territorio de indefiniciones, donde se trata de conciliar áreas
del campo de la antropología sociocultural y de la antropología biológica o
física, y de estas con la medicina y más recientemente con la salud pública. La
antropología es el nexo entre lo biológico y lo social, en definitiva es una síntesis
biocultural.

Tal vez parezca dislocado abordar el tema de la cultura en
una revista dedicada a las Ciencias de la Salud, así como darse cuenta de cómo
el concepto de cultura puede ser útil para profesionales de esta área. Todos
saben lo que significa “cultura” en su sentido común. Afirmamos que una persona
“tiene cultura” cuando tiene formación escolar avanzada, se origina de una
familia de alto nivel socioeconómico o conoce las artes y la filosofía. Es
usual afirmar que un “buen paciente” es aquel que “posee cultura”, cultura suficiente
para comprender y seguir las orientaciones y cuidados transmitidos por el
médico o enfermero. Este tipo de paciente es contrastado con el “sin cultura”,
considerado un paciente más “difícil”, que actúa equivocadamente por
“ignorancia” o guiado por “supersticiones”.
En este artículo, discurriremos sobre otro tipo de cultura,
cultura como concepto de base de la Antropología, así como un concepto
instrumental para cualquier profesional de la salud que actúe o haga investigaciones
no solamente en áreas rurales o entre poblaciones indígenas, pero también en el
contexto urbano caracterizado por la presencia de pacientes pertenecientes a
diferentes clases sociales, religiones, regiones o hasta mismo a grupos
étnicos.
Estos pacientes presentan comportamientos y pensamientos
singulares en cuanto a la experiencia de la enfermedad, así como nociones
particulares sobre salud y terapéutica. Estas particularidades no provienen de
las diferencias biológicas, pero sí de las diferencias socioculturales.
Tal suposición no es exclusividad del campo y saber
antropológicos, ya que han sido utilizados por teóricos, investigadores y
profesionales del área de la salud – en especial de las áreas de la medicina y
enfermería – desde la segunda mitad de la década del 60.
Estos también sustentan que la biomedicina es un sistema
cultural y que las realidades de la clínica médica deben ser analizadas a
partir de una perspectiva transcultural. De la misma forma, llaman la atención
para la relevancia del empleo de métodos y técnicas cualitativas en las
investigaciones en salud, en especial, del método etnográfico.
Cultura, sociedad y
salud
Partiendo del concepto de que la cultura es un fenómeno
total y que, por lo tanto, provee una visión de mundo a las personas que la
comparten, orientando, de esta forma, sus conocimientos, prácticas y actitudes,
la cuestión de la salud y de la enfermedad está contenida en esta visión del
mundo y praxis social.
La enfermedad y las preocupaciones con la salud son universales
en la vida humana, presentes en todas las sociedades. Cada grupo se organiza
colectivamente – a través de medios materiales, pensamiento y elementos
culturales – para comprender y desarrollar técnicas en respuesta a las
experiencias o episodios de enfermedad e infortunios, sean ellos individuales o
colectivos. Con este intuito, cada y todas las sociedades desarrollan
conocimientos, prácticas e instituciones
particulares que podemos denominar sistema de atención a la salud.
Conclusiones
A pesar de pasibles de contradicciones internas y,
consecuentemente, generadores de predicamentos, sustentamos la premisa de que
los valores, conocimientos y comportamientos culturales ligados a la salud
forman un sistema sociocultural integrado, total y lógico. Por lo tanto, las
cuestiones relativas a la salud y a la enfermedad, no pueden ser analizadas de
forma aislada de las demás dimensiones de la vida social mediada y compenetrada
por la cultura que confi ere sentido a estas experiencias.
2.3 EL CUIDAR COMO FENÓMENO SOCIAL Y CULTURAL
Las diversidades
culturales en nuestro país es diverso y rico en costumbre y tradiciones,
propios de cada región y/o cultura, estas diversidades culturales se enriquecen
entre sí, pero en muchas ocasiones ocasionan daño a los individuos ya que
fragmentan parte de su acervo cultural cuando por necesidades algunas personas
ingresan a las grandes ciudades con objetivos claros económicos, pero que
encuentran nuevos estilo de vida y se enfrentan a condiciones y condicionantes
nuevos y desconocidos dando como resultado aumento en la morbilidad y
mortalidad de estas poblaciones.
Desde épocas muy remotas
hasta nuestros días, ha existido un desarrollo acelerado en la sociedad humana,
en la que se destacan los avances médicos tanto a nivel mundial como nacional;
en ellos, el hombre tiene en sus manos todo el conocimiento de una ciencia
encargada de resolver o investigar el desequilibrio entre el proceso
salud–enfermedad con el entorno en que vivimos, pero aún existe una fuerte
inclinación de la conciencia social en resolver problemas de salud mediados por
creencias religiosas de cualquier vertiente. Esto se debe, sin dudas, a los
valores culturales trasmitidos de generación en generación que influyen en el
actuar de los seres humanos.
El término Cultura ha
sido definido en más de 200 formas; sin embargo, fue conceptualizado por
primera vez, según registra la historia por Sir Edward Tylor (1871), quien
sostuvo que la cultura se refiere a la inclusión de conocimientos, creencias,
arte, moralidad, leyes, costumbres y cualquier otra destreza y hábitos que
adquieren los seres humanos en cuanto a miembros de la sociedad.
A partir de estos cambios se generan condiciones
que determinan el proceso salud-enfermedad de grandes sectores de la población
por lo que enfermería como profesión se debe acatar y perfilar a los enfoques
inter y t5ranscultural en su ejercicio profesional, comprendiendo que el ser
humano está arraigado y es inseparable de sus orígenes y sentido culturales.
Según Vásquez cada persona, cada grupo o subgrupo
tiene sus propias prácticas, creencias, valores y tradiciones; no es
posible pretender homogenizar el cuidado y pensar que los de una cultura sean
válidos para los demás, por lo que a las personas se les debe considerar como
expertas y apoyarse en sus propias formas de cuidarse e interpretar su
experiencia de ayuda, comprendiendo la forma de descubrir el mundo social
constituido por significados simbólicos observables en los actos interacciones
y lenguaje.
La enfermería conjuga dos aspectos
importantes: la técnica médica y el trato al paciente. Para el profesional
sanitario el organismo humano se asemeja a una máquina que hay que mantener, y
reparar en ocasiones.
Pero hay algo importante que no se debe
perder de vista, y es la interacción del paciente con su propia enfermedad. Él
debe colaborar en la prevención y lucha contra la enfermedad, y es aquí donde
el trato con el paciente cobra sentido, en la fundamental interrelación que se
establece entre los y las enfermeras y el paciente.
Los profesionales de la enfermería
tienen cada día una mayor variedad de pacientes, de personas a las que cuidar.
No se trata ya tanto del paciente tradicional, de su propio vecino muchas
veces, sino que son personas que llegan de muy diversos lugares y con distintas
características y, en ocasiones, procedentes de culturas diferentes a la
nuestra. De ahí la necesidad de conocer los condicionantes del paciente contextualizándolo
en su propia cultura, comprenderlos desde su perspectiva, de entender qué es la
salud y la enfermedad para estos individuos de cara a optimizar la relación
persona a persona con ellos.
Resultado de la imbricación
entre Antropología y Enfermería surge la dimensión cultural del cuidado
enfermero. La relevancia radica en que los valores culturales de los individuos
brindan información de sus costumbres y de la cosmovisión de un grupo en
particular. Por ello, Leininger sostiene que los cuidados culturales de
Enfermería son todos los actos y decisiones de asistencia, apoyo, facilitación
o capacitación que se ajustan cognitivamente a los valores culturales,
creencias y modo de vida de los individuos, grupos o instituciones con el fin
de suministrar o apoyar servicios de bienestar o cuidados sanitarios
significativos, provechosos y satisfactorios.
Para entender y comprender a los individuos y su manera de enfrentar un
problema de salud, resulta importante que los enfermeros tengan presentes dos
enfoques que brinda la Antropología, es decir, a que nos referimos cuando
hablamos de Padecer y Enfermar.
Se entiende por padecer la forma individual y personal como cada uno
enfrenta su problema de salud, sea o no sea enfermedad. Por lo tanto, debemos
distinguir entre enfermedades y pareceres.
2.4 EL CURA Y EL CUIDAR: FUNCIONES
DIFERENCIADAS ENTRE GÉNEROS

Sabemos
que, desde la mitología más arcaica se ha creído en seres mágicos y fantásticos
femeninos, pero es a partir de la Baja Edad Media que la figura del hada se convierte
en un ser maléfico, transformándose en la bruja peligrosa, mala, vieja, sola,
fea. Aunque ya no está de más empezar a revisar esta imagen, impregnada de
estereotipos condenatorios, seguramente para justificar los miles de asesinatos
de mujeres que tuvieron lugar durante los siglos de la primera modernidad. Sin
embargo, la documentación coetánea no las llama brujas, sino mujeres sabias.
Tradicionalmente, estas mujeres sabias desempeñaban, como función principal, la
de curar y atender preferentemente a las mujeres, prácticas que fueron
paulatinamente prohibidas conforme se multiplicaban los estudios universitarios
a los cuales sólo podían acceder los hombres. Me interesa en este espacio
reflexionar sobre sus saberes de herboristería y su preparación de remedios y
ungüentos, como puerta abierta hacia la reflexión sobre mujeres y episteme. En
el medievo, paralelamente al saber científico-técnico y a su puesta en
práctica, existieron toda una gama de saberes populares, transmitidos de
generación en generación, y de lo que hoy en día llamaríamos terapias
alternativas. La medicina, la magia y el milagro compitieron, aunque no en
igualdad de condiciones, como métodos de sanación.
Se
considera que la bruja tiene unos poderes adquiridos, ya sea por vía familiar,
de madres a hijas, o abuelas a nietas; o bien dados por el diablo, mediante el
pacto. En cambio la hechicera clásica no recibe sus poderes de Satán, sino por
el estudio realizado con otra compañera, o por autoaprendizaje de un abanico de
recetas, fórmulas mágicas y encantamientos más o menos elaborados que le
permiten desarrollar la profesión. Una de bien conocida es Celestina, de quien
el joven Pármeno, hijo de Claudina, maestra y compañera de la protagonista del
célebre libro de Fernando de Rojas, nos dice que es labrandera, perfumera,
maestra de hacer virgos y afeites, alcahueta y hechicera.
Sus
prácticas, ritos y ejercicios, constituyeron la única vía de acceso de las
clases populares a una medicina personalizada, ajena a la fomentada desde las
instituciones más o menos disciplinarias como los hospitales, dado que las
curas llevadas a cabo por cirujanos, físicos y licenciados universitarios
quedaban con frecuencia lejos de sus posibilidades económicas. Un arte
curanderil arraigado en una sabiduría ancestral y empírica, que producía toda
una farmacología mágica y no mágica. El conjunto de experiencias hemos de
considerarlo una medicina alternativa, con curas a bajo precio, remedios sin
ingredientes costosos. Mediante el condimento de hierbas silvestres o recetas
culinarias las mujeres sabias brindaban su ayuda médica y sanitaria a
familiares, vecinos y conocidos.
Desde una perspectiva histórica
La Historia de la Enfermería, ha estado muy influenciada por la doctrina
cristiana, ya que ésta hizo que nuestra disciplina se convirtiera en un modo de
vida. "Quienes se dedicaban al cuidado debían ser adiestrados en la
docilidad, pasividad, humildad y desprecio total por sí mismo. Se promulgó la
obediencia incontestable al sacerdote o médico. El criterio individual y la
responsabilidad de la enfermera en la toma de decisiones fueron olvidados y
ajenas a la enfermería durante mucho tiempo". Los médicos eran los que
tenían el poder y el conocimiento.
La
distribución desigual de mujeres y hombres, a partir de los distintos sectores
laborales, se evidencia por la categorización según el género, siendo
calificados unos, como trabajos masculinos y otros como femeninos. Es un hecho
constado, que las mujeres se concentran en profesiones sanitaras, educación y
servicios sociales. Los varones tienen predisposición hacia las ingenierías,
las profesiones técnicas, la economía y las obras públicas. Existe un cierto
equilibrio, en los puestos de trabajo que oferta la administración pública, el
comercio y la hostelería. Que una profesión cuente con un número mayor de
hombres o de mujeres, debería ser algo puramente anecdótico, pero actualmente,
las profesiones consideradas femeninas, acarrean un lastre importante.
Si
el trabajo de la mujer en el ámbito privado, no era retribuido -y no olvidemos
que, sobre todo, desempeñaba una labor cuidadora-, en el mercado laboral, su
labor y la correspondiente remuneración, serían consideradas menos valiosas.
Además, el aspecto de la sumisión doméstica femenina, calificada como un valor moral,
por la religión y las sociedades menos democráticas anteriores, chocará
frontalmente con la idea de adquirir poder en el puesto de trabajo. Por esta
razón, incluso dentro de las “profesiones femeninas”, los pocos hombres que las
integran, ocupan frecuentemente los puestos de mando.
Teniendo
en cuenta, que la misión de la Enfermería es proporcionar cuidados, y que la
perspectiva de género, está presente en este trabajo, el concepto y la ética
del cuidado, forman parte de este preámbulo introductorio. De esta forma se
facilita la comprensión de argumentos esgrimidos en secciones posteriores. Se
observa la conexión que existe entre la ética del cuidado enfermero y la
valiosa visión proporcionada por las teorías feministas.
2.5 ENFERMEDAD Y PADECIMIENTO DIFERENCIAS
DE SIGNIFICADOS EN LOS MODELOS MÉDICOS Y ENFERMERO.
La vida de los seres humanos
se manifiesta a través de relaciones entre semejantes, estas se desarrollan en
el seno de grupos e instituciones. El hombre como ser social está sujeto a
relaciones interpersonales que se promueven entre personas que se conocen o no.
Estas van a jugar un rol importante en la actividad humana y están mediadas por
la comunicación. En enfermería, se establecen relaciones con el paciente y
familiares, de modo que le permita a la enfermera favorecer la relación
terapéutica, satisfacer las necesidades del paciente y brindar cuidados de
enfermería.
El cuidado como centro de
atención de la enfermería, se describe también como la relación que se da entre
enfermera-paciente con el fin de promover su salud, prevenir, diagnosticar,
tratar y rehabilitar las enfermedades que puedan padecer.
Según la clasificación durante
la década del 50 y 60 del pasado siglo fueron concebidas un grupo de teorías
que se agrupan dentro de la escuela de la interacción. Estas marcan como
tendencia un enfoque de la enfermería a partir de las relaciones
interpersonales enfermera-paciente, para un desarrollo en la relación
terapéutica. Considera que la complejidad estructural del cuidado de enfermería
radica en su naturaleza humana y social, en la comunicación y la relación
recíproca entre la enfermera y el paciente.
El significado de la enfermedad varía en función del paradigma y la
perspectiva desde la que se aborda. Desde el paradigma positivista, propio del
ámbito de la biomedicina, se concibe la enfermedad desde un punto de vista
mecanicista o biologicista, de manera que se prioriza la alteración orgánica
que acontece en el cuerpo humano, obviando la subjetividad inherente a dicho
proceso.
Quijano propone que ya desde la medicina hipocrática y hasta hoy
las historias clínicas no se han preocupado por indagar en la subjetividad del
enfermo, en el modo en que afronta y enfrenta su enfermedad; en cambio han
centrado su interés sobre el diagnóstico y la terapéutica de la enfermedad.
Así, por ejemplo, en muchas ocasiones la propia organización de un
hospital evidencia esta priorización hacia la alteración orgánica, de tal forma
que las personas que allí acuden son clasificadas por su patología y no por las
necesidades que presenten; pudiendo darse el caso de que coincidan en un mismo
espacio físico –habitación- dos sujetos con una misma patología que tengan
necesidades y respuestas humanas diametralmente diversas.
Frente a la doctrina positivista se encuentra la doctrina humanista o
fenomenológica, que defiende que el modo en que los sujetos perciben su
enfermedad y le dan significado a través de las necesidades que demandan está
fuertemente influenciado por su contexto social y cultural. El primer paso para
entender la enfermedad desde la doctrina humanista es considerar al paciente
como una persona. El humanismo se define como el interés del profesional por
curar y aliviar los problemas de salud que se presentan en los pacientes, pero
no considerándolos como cuerpos humanos sino como personas.
Persona alude a una unidad somato-psíquica-social conformada por una serie
de creencias, valores y costumbres estrechamente vinculados con la sociedad y
la cultura, lo cual condiciona su manera de interpretar y expresarse ante
situaciones como la enfermedad.6 Esta visión propone romper con
el estigma de la pasividad de los pacientes, quienes pasan a convertirse en
sujetos activos que son escuchados y tomados en cuenta en el control y manejo
de sus enfermedades.
El profesional de enfermería
en las diferentes situaciones de enfermería se relaciona con pacientes y
familiares, fundamentalmente a través de la comunicación, donde aplica
diferentes elementos. Esto favorece que la enfermera realice un plan de cuidado
personalizado mediante una relación recíproca. Una buena relación
enfermera-paciente contribuye con el mantenimiento de la salud, la propuesta de
plan de cuidados y mejora la actividad de enfermería.

2.3 EL LENGUAJE Y LOS CUIDADOS ENFERMEROS COMÚN TÉCNICO CIENTÍFICO
El
cuidado es la esencia de la práctica de la enfermería, su rasgo dominante,
distintivo y unificador y entre las acciones de cuidado está la comunicación
como parte integrante de la relación de ayuda.
Hoy en día un gran número de enfermeras están
comprometidas con una práctica profesional al lado de personas, familias o
comunidades, y son responsables de ofrecer cuidados específicos basados en las
necesidades que viven las personas ante diversas experiencias de salud. De
manera general podemos decir, el centro de interés de la disciplina de
enfermería indica aquello que se orienta a la práctica de la enfermera, sobre
lo que dirige su juicio clínico y sus decisiones profesionales.
El lenguaje común es la facultad de
poder comunicar los propios pensamientos o sentimientos a un receptor o
interlocutor mediante un sistema o código determinado de signos interpretable
para él. ... Una lengua o idioma es una representación particular no artística.
Y es todo aquel medio sistemático de
comunicación que pertenece a un grupo es conocido compartido y por los miembros
de una clase o profesional.
Lenguaje
técnico Cuando
se requiere enseñar a utilizar o a manipular algún equipo o maquinaria de una
forma objetiva y clara, se utiliza lo que se conoce como lenguaje
técnico. Este lenguaje está formado por la jerga de la
tecnología en el cual se utiliza.
Es todo aquel lenguaje internacional y basado
en la terminología, idéntica en las
diferentes lenguas aunque presente adaptaciones fonéticas a cada sistema.
Lenguaje científico Es el tipo de lenguaje que se
utiliza en la ciencia y que requiere unos usos y unas expresiones completamente
distintas al lenguaje coloquial, por ejemplo. Utiliza términos
específicos de la materia de la que habla, de hecho el léxico especial de los
textos científicos es su característica principal.
Es de tipo formalizado frete a otras de carácter natural al igual que el
técnico se caracteriza por su especialidad
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