lunes, 12 de marzo de 2018

UNIDAD 2



UNIDAD 2:    ANTROPOLOGÍA Y ENFERMERÍA

2.1 CORRIENTES ANTROPOLÓGICAS QUE HAN DETERMINADO LOS CUIDADOS

Este estudio está orientado por un objetivo general que consiste en explicar la necesidad de adoptar enfoques y métodos antropológicos en el amplio y variado marco de los cuidados de salud. Para ello ha sido preciso alcanzar los siguientes objetivos específicos:
-Demostrar la naturaleza antropológica de los cuidados y su relación con la antropología clínica.
-Explicar y definir la antropología de los cuidados.
-Clarificar los conceptos de etnografía y etnología en el contexto de la antropología de los cuidados.
-Explicitar los principales métodos y técnicas etnográficos susceptibles de ser aplicados en la disciplina enfermera con expectativas altas de rentabilidad (observación, observación participante y diario de campo).
-Explicar los modelos transculturales más reconocidos en enfermería.
-Identificar la relación entre marco ideológico de la ciencia y la enfermería antropológica y transcultural.
Se parte de las siguientes hipótesis iniciales u orientadoras en el proceso de vertebración de este trabajo:
-La enfermería es una disciplina cuya naturaleza es fundamentalmente antropológica.
-La antropología clínica es una parte o especialidad de la antropología de los cuidados.
-La observación, la observación participante y el diario de campo constituyen un arsenal metodológico de gran validez y confiabilidad para interpretar las situaciones de vida-salud-enfermedad-muerte desde una perspectiva holística.
-La perspectiva histórica etnográfica puede contribuir al desarrollo de una historia cultural de la enfermería, donde los sentimientos, las creencias, las religiones, etcétera sean objeto de la historia.
-La vertebración de la enfermería transcultural se demuestra mediante el desarrollo de los modelos, métodos y técnicas pertinentes para dicha disciplina.
-La antropología de los cuidados y la enfermería transcultural sólo pueden desarrollarse en un marco científico-ideológico democrático y sociocrítico.

Respecto al estado de la cuestión y las publicaciones específicas de antropología de los cuidados, sin duda alguna hay que empezar haciendo referencia obligada a Madeleine Leininger quien, en la década de los cincuenta, aplicó por primera vez el método antropológico a la enfermería.

Fundó el campo “enfermería transcultural” mediante la fusión de dos conceptos que procedían de dos disciplinas distintas: la cultura (procedente de la antropología) y el cuidado (procedente de la enfermería) (Leininger, 1978, 1995).

Para que esta conjunción resultara armoniosa, la doctora Leininger ha realizado una serie de reflexiones sobre los conceptos esenciales de enfermería y antropología apoyando este trabajo teórico en un sólido y amplio abanico de trabajos de campo (Leininger, 1970, 1988, 1991, 1995); y todo ello en el marco de los planteamientos éticos que toda actuación de enfermería implica (Leininger, 1990).

Entre los seguidores más destacados de Leininger se encuentran: Rorbach, que ha trabajado la enfermería transcultural centrándose en la universalidad y la diversidad de los cuidados (Rohrbach, 1996, 1998). Colliére ha contribuido de forma decisoria en el desarrollo de la antropología de los cuidados en Europa llamando la atención sobre el origen doméstico de la enfermería (Colliére, 1989, 1993).

La ciencia en general, pero la antropología en particular, captan y definen la realidad mediante interpretaciones. Ya Geertz equipara el antropólogo a un autor destinado a rescribir constantemente lo observado en el “campo” (Geertz, 1989).

En consecuencia, la diversidad cultural es un hecho que hay que conjugar con una constante: la dualidad interpretativa de todos los fenómenos (Siles, 2000)
Los conceptos de “Emic” y “Etic” fueron acuñados por K.L. Pike para explicar el hecho de que cualquier fenómeno social, cultural, económico o sanitario tiene dos formas básicas de interpretación. Siguiendo al profesor Gustavo Bueno, se puede afirmar que cuando se tratan de reproducir los contenidos culturales tal como se les aparecen a los individuos que pertenecen a la cultura de referencia se está aplicando una perspectiva “emic”. Por el contrario, cuando se trata de reproducir o describir los contenidos culturales teniendo en cuenta elementos, factores y conocimientos externos a los individuos que pertenecen a la cultura de referencia se está adoptando una perspectiva “etic”.

Para clarificar el contexto en el que surgen diferentes ramificaciones o especialidades antropológicas, sería conveniente resumir, siquiera brevemente, el origen y evolución de la disciplina antropológica. La denominada “Antropología Social” tiene su origen en Gran Bretaña y sus puntos de partida metodológicos y teóricos se inspiran, fundamentalmente, en la sociología colonial británica de la segunda mitad del XIX y las primeras cinco décadas del siglo XX.

Los antropólogos sociales estudian las culturas más o menos exóticas o pintorescas de las colonias desde la mentalidad occidental. Por su parte, la “Antropología Cultural” se desarrolla en Estados Unidos, aunque su primer representante es el antropólogo hebreo alemán Franz Boas, quien interpreta y explica las culturas desde la particularidad de las mismas, según criterios historicistas que consideran la evolución aislada (no contaminada).

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Esta forma de interpretar los cuidados implica la necesidad de considerar, como factores claves de su estudio, no sólo el mundo de los hechos y comportamientos (como fenómenos observables en la superficie de la sociedad y, por tanto, los más fáciles de valorar), sino también aquellos factores que permanecen ocultos bajo la superficie de lo explícitamente manifiesto y que, sin embargo, desde su invisibilidad determinan que tal comportamiento o estilo de vida se produzca de una forma y otra.

Estos factores ocultos constituyen las raíces de los comportamientos, saludables o no, y determinan de forma radical las tendencias de los comportamientos y el hecho de que éstos se transformen en hábitos al mantenerse constantes en el tiempo. Los estilos de vida saludables y no saludables se corresponden con tendencias conductuales estables durante largos períodos de tiempo y su perseverancia o resistencia al cambio es directamente proporcional a la fortaleza de sus raíces (ideas, valores, creencias y sentimientos).

2.2. ANTROPOLOGÍA DEL CUERPO ANTROPOLOGÍA DE LA SALUD Y ANTROPOLOGÍA DE LA ENFERMEDAD
En sus inicios, la antropología defendía el interés hacia el conocimiento de lugares, épocas, culturas y sociedades consideradas distintas. La necesidad por conocer mejor al “otro” y a su “otredad”, era apasionante por sí misma, pero sobre todo contribuyó a la mejor comprensión de nuestra propia condición humana. Esta primera restricción del objeto de estudio de la antropología, condujo a no pocas limitaciones posteriores hasta llegar al estudio de las culturas contemporáneas.
La antropología fue quizás la primera ciencia social en otorgarle un estatus epistemológico a la vivencia descubierta a través de la experiencia, de manera que permitió entender cómo la gente de otros lugares y tiempos vivían, y cuán diferentes o similares eran en relación con nosotros. Estos conocimientos nos ha enseñado a vivir, manteniendo relaciones de convivencia con los otros y con nosotros mismos, a partir de la comprensión e identificación de dramas comunes y de la necesidad humana de auto interpretación.
Sin embargo, no contó esta ciencia con una tradición intelectual continua, sino que su desarrollo ha sido multilineal, lo que quiere decir que ha dependido de distintas tradiciones nacionales, de los aportes de varios autores, de su creciente institucionalización y profesionalización, así como de diferentes escuelas de pensamiento.
La antropología ha propuesto un saber abierto que no está exento de confusiones y de una indefinición perturbadora y polifacética, debido fundamentalmente a la amplitud y vastedad estructural con la que se define su objeto, desde las dimensiones tanto biológicas como culturales.2
En tal sentido se le reconocen cuatro grandes “campos de estudio o especialidades: la arqueología, interesada en el estudio de los pueblos ya desaparecidos; la antropología física o biológica, que fundamenta sus análisis en el origen animal y la naturaleza biológica de los seres humanos, la lingüística antropológica, encargada del estudio de la gran diversidad de lenguas habladas por los humanos y por último la antropología cultural, también llamada antropología social, la que se ocupa de la descripción y el análisis de las culturas y tradiciones socialmente aprendidas, tanto del pasado como del presente.
Pero una antropología propiamente construida no es separable en antropología física y social. Personalmente considero que, lejos de contribuir a su desarrollo, la fragmentación en campos disciplinares ha provocado justamente el efecto contrario. Un ejemplo de ello es precisamente la antropología médica, que como especialidad dentro de la antropología, se encuentra en un territorio de indefiniciones, donde se trata de conciliar áreas del campo de la antropología sociocultural y de la antropología biológica o física, y de estas con la medicina y más recientemente con la salud pública. La antropología es el nexo entre lo biológico y lo social, en definitiva es una síntesis biocultural.


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Tal vez parezca dislocado abordar el tema de la cultura en una revista dedicada a las Ciencias de la Salud, así como darse cuenta de cómo el concepto de cultura puede ser útil para profesionales de esta área. Todos saben lo que significa “cultura” en su sentido común. Afirmamos que una persona “tiene cultura” cuando tiene formación escolar avanzada, se origina de una familia de alto nivel socioeconómico o conoce las artes y la filosofía. Es usual afirmar que un “buen paciente” es aquel que “posee cultura”, cultura suficiente para comprender y seguir las orientaciones y cuidados transmitidos por el médico o enfermero. Este tipo de paciente es contrastado con el “sin cultura”, considerado un paciente más “difícil”, que actúa equivocadamente por “ignorancia” o guiado por “supersticiones”.
En este artículo, discurriremos sobre otro tipo de cultura, cultura como concepto de base de la Antropología, así como un concepto instrumental para cualquier profesional de la salud que actúe o haga investigaciones no solamente en áreas rurales o entre poblaciones indígenas, pero también en el contexto urbano caracterizado por la presencia de pacientes pertenecientes a diferentes clases sociales, religiones, regiones o hasta mismo a grupos étnicos.
Estos pacientes presentan comportamientos y pensamientos singulares en cuanto a la experiencia de la enfermedad, así como nociones particulares sobre salud y terapéutica. Estas particularidades no provienen de las diferencias biológicas, pero sí de las diferencias socioculturales.
Tal suposición no es exclusividad del campo y saber antropológicos, ya que han sido utilizados por teóricos, investigadores y profesionales del área de la salud – en especial de las áreas de la medicina y enfermería – desde la segunda mitad de la década del 60.
Estos también sustentan que la biomedicina es un sistema cultural y que las realidades de la clínica médica deben ser analizadas a partir de una perspectiva transcultural. De la misma forma, llaman la atención para la relevancia del empleo de métodos y técnicas cualitativas en las investigaciones en salud, en especial, del método etnográfico.

Cultura, sociedad y salud
Partiendo del concepto de que la cultura es un fenómeno total y que, por lo tanto, provee una visión de mundo a las personas que la comparten, orientando, de esta forma, sus conocimientos, prácticas y actitudes, la cuestión de la salud y de la enfermedad está contenida en esta visión del mundo y praxis social.
La enfermedad y las preocupaciones con la salud son universales en la vida humana, presentes en todas las sociedades. Cada grupo se organiza colectivamente – a través de medios materiales, pensamiento y elementos culturales – para comprender y desarrollar técnicas en respuesta a las experiencias o episodios de enfermedad e infortunios, sean ellos individuales o colectivos. Con este intuito, cada y todas las sociedades desarrollan conocimientos, prácticas e instituciones particulares que podemos denominar sistema de atención a la salud.
Conclusiones
A pesar de pasibles de contradicciones internas y, consecuentemente, generadores de predicamentos, sustentamos la premisa de que los valores, conocimientos y comportamientos culturales ligados a la salud forman un sistema sociocultural integrado, total y lógico. Por lo tanto, las cuestiones relativas a la salud y a la enfermedad, no pueden ser analizadas de forma aislada de las demás dimensiones de la vida social mediada y compenetrada por la cultura que confi ere sentido a estas experiencias.
2.3 EL CUIDAR COMO FENÓMENO SOCIAL Y CULTURAL
         Las diversidades culturales en nuestro país es diverso y rico en costumbre y tradiciones, propios de cada región y/o cultura, estas diversidades culturales se enriquecen entre sí, pero en muchas ocasiones ocasionan daño a los individuos ya que fragmentan parte de su acervo cultural cuando por necesidades algunas personas ingresan a las grandes ciudades con objetivos claros económicos, pero que encuentran nuevos estilo de vida y se enfrentan a condiciones y condicionantes nuevos y desconocidos dando como resultado aumento en la morbilidad y mortalidad de estas poblaciones.
         Desde épocas muy remotas hasta nuestros días, ha existido un desarrollo acelerado en la sociedad humana, en la que se destacan los avances médicos tanto a nivel mundial como nacional; en ellos, el hombre tiene en sus manos todo el conocimiento de una ciencia encargada de resolver o investigar el desequilibrio entre el proceso salud–enfermedad con el entorno en que vivimos, pero aún existe una fuerte inclinación de la conciencia social en resolver problemas de salud mediados por creencias religiosas de cualquier vertiente. Esto se debe, sin dudas, a los valores culturales trasmitidos de generación en generación que influyen en el actuar de los seres humanos.
          El término Cultura ha sido definido en más de 200 formas; sin embargo, fue conceptualizado por primera vez, según registra la historia por Sir Edward Tylor (1871), quien sostuvo que la cultura se refiere a la inclusión de conocimientos, creencias, arte, moralidad, leyes, costumbres y cualquier otra destreza y hábitos que adquieren los seres humanos en cuanto a miembros de la sociedad.
A partir de estos cambios se generan condiciones que determinan el proceso salud-enfermedad de grandes sectores de la población por lo que enfermería como profesión se debe acatar y perfilar a los enfoques inter y t5ranscultural en su ejercicio profesional, comprendiendo que el ser humano está arraigado y es inseparable de sus orígenes y sentido culturales.
Según Vásquez cada persona, cada grupo o subgrupo tiene sus propias prácticas,  creencias, valores y tradiciones; no es posible pretender homogenizar el cuidado y pensar que los de una cultura sean válidos para los demás, por lo que a las personas se les debe considerar como expertas y apoyarse en sus propias formas de cuidarse e interpretar su experiencia de ayuda, comprendiendo la forma de descubrir el mundo social constituido por significados simbólicos observables en los actos interacciones y lenguaje.
        La enfermería conjuga dos aspectos importantes: la técnica médica y el trato al paciente. Para el profesional sanitario el organismo humano se asemeja a una máquina que hay que mantener, y reparar en ocasiones.
Pero hay algo importante que no se debe perder de vista, y es la interacción del paciente con su propia enfermedad. Él debe colaborar en la prevención y lucha contra la enfermedad, y es aquí donde el trato con el paciente cobra sentido, en la fundamental interrelación que se establece entre los y las enfermeras y el paciente.
Los profesionales de la enfermería tienen cada día una mayor variedad de pacientes, de personas a las que cuidar. No se trata ya tanto del paciente tradicional, de su propio vecino muchas veces, sino que son personas que llegan de muy diversos lugares y con distintas características y, en ocasiones, procedentes de culturas diferentes a la nuestra. De ahí la necesidad de conocer los condicionantes del paciente contextualizándolo en su propia cultura, comprenderlos desde su perspectiva, de entender qué es la salud y la enfermedad para estos individuos de cara a optimizar la relación persona a persona con ellos.
     Resultado de la imbricación entre Antropología y Enfermería surge la dimensión cultural del cuidado enfermero. La relevancia radica en que los valores culturales de los individuos brindan información de sus costumbres y de la cosmovisión de un grupo en particular. Por ello, Leininger sostiene que los cuidados culturales de Enfermería son todos los actos y decisiones de asistencia, apoyo, facilitación o capacitación que se ajustan cognitivamente a los valores culturales, creencias y modo de vida de los individuos, grupos o instituciones con el fin de suministrar o apoyar servicios de bienestar o cuidados sanitarios significativos, provechosos y satisfactorios. 
Para entender y comprender a los individuos y su manera de enfrentar un problema de salud, resulta importante que los enfermeros tengan presentes dos enfoques que brinda la Antropología, es decir, a que nos referimos cuando hablamos de Padecer y Enfermar.
Se entiende por padecer la forma individual y personal como cada uno enfrenta su problema de salud, sea o no sea enfermedad. Por lo tanto, debemos distinguir entre enfermedades y pareceres.
2.4 EL CURA Y EL CUIDAR: FUNCIONES DIFERENCIADAS ENTRE GÉNEROS
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Sabemos que, desde la mitología más arcaica se ha creído en seres mágicos y fantásticos femeninos, pero es a partir de la Baja Edad Media que la figura del hada se convierte en un ser maléfico, transformándose en la bruja peligrosa, mala, vieja, sola, fea. Aunque ya no está de más empezar a revisar esta imagen, impregnada de estereotipos condenatorios, seguramente para justificar los miles de asesinatos de mujeres que tuvieron lugar durante los siglos de la primera modernidad. Sin embargo, la documentación coetánea no las llama brujas, sino mujeres sabias. Tradicionalmente, estas mujeres sabias desempeñaban, como función principal, la de curar y atender preferentemente a las mujeres, prácticas que fueron paulatinamente prohibidas conforme se multiplicaban los estudios universitarios a los cuales sólo podían acceder los hombres. Me interesa en este espacio reflexionar sobre sus saberes de herboristería y su preparación de remedios y ungüentos, como puerta abierta hacia la reflexión sobre mujeres y episteme. En el medievo, paralelamente al saber científico-técnico y a su puesta en práctica, existieron toda una gama de saberes populares, transmitidos de generación en generación, y de lo que hoy en día llamaríamos terapias alternativas. La medicina, la magia y el milagro compitieron, aunque no en igualdad de condiciones, como métodos de sanación.
Se considera que la bruja tiene unos poderes adquiridos, ya sea por vía familiar, de madres a hijas, o abuelas a nietas; o bien dados por el diablo, mediante el pacto. En cambio la hechicera clásica no recibe sus poderes de Satán, sino por el estudio realizado con otra compañera, o por autoaprendizaje de un abanico de recetas, fórmulas mágicas y encantamientos más o menos elaborados que le permiten desarrollar la profesión. Una de bien conocida es Celestina, de quien el joven Pármeno, hijo de Claudina, maestra y compañera de la protagonista del célebre libro de Fernando de Rojas, nos dice que es labrandera, perfumera, maestra de hacer virgos y afeites, alcahueta y hechicera.

Sus prácticas, ritos y ejercicios, constituyeron la única vía de acceso de las clases populares a una medicina personalizada, ajena a la fomentada desde las instituciones más o menos disciplinarias como los hospitales, dado que las curas llevadas a cabo por cirujanos, físicos y licenciados universitarios quedaban con frecuencia lejos de sus posibilidades económicas. Un arte curanderil arraigado en una sabiduría ancestral y empírica, que producía toda una farmacología mágica y no mágica. El conjunto de experiencias hemos de considerarlo una medicina alternativa, con curas a bajo precio, remedios sin ingredientes costosos. Mediante el condimento de hierbas silvestres o recetas culinarias las mujeres sabias brindaban su ayuda médica y sanitaria a familiares, vecinos y conocidos.
Desde una perspectiva histórica
La Historia de la Enfermería, ha estado muy influenciada por la doctrina cristiana, ya que ésta hizo que nuestra disciplina se convirtiera en un modo de vida. "Quienes se dedicaban al cuidado debían ser adiestrados en la docilidad, pasividad, humildad y desprecio total por sí mismo. Se promulgó la obediencia incontestable al sacerdote o médico. El criterio individual y la responsabilidad de la enfermera en la toma de decisiones fueron olvidados y ajenas a la enfermería durante mucho tiempo". Los médicos eran los que tenían el poder y el conocimiento.
La distribución desigual de mujeres y hombres, a partir de los distintos sectores laborales, se evidencia por la categorización según el género, siendo calificados unos, como trabajos masculinos y otros como femeninos. Es un hecho constado, que las mujeres se concentran en profesiones sanitaras, educación y servicios sociales. Los varones tienen predisposición hacia las ingenierías, las profesiones técnicas, la economía y las obras públicas. Existe un cierto equilibrio, en los puestos de trabajo que oferta la administración pública, el comercio y la hostelería. Que una profesión cuente con un número mayor de hombres o de mujeres, debería ser algo puramente anecdótico, pero actualmente, las profesiones consideradas femeninas, acarrean un lastre importante.
Si el trabajo de la mujer en el ámbito privado, no era retribuido -y no olvidemos que, sobre todo, desempeñaba una labor cuidadora-, en el mercado laboral, su labor y la correspondiente remuneración, serían consideradas menos valiosas. Además, el aspecto de la sumisión doméstica femenina, calificada como un valor moral, por la religión y las sociedades menos democráticas anteriores, chocará frontalmente con la idea de adquirir poder en el puesto de trabajo. Por esta razón, incluso dentro de las “profesiones femeninas”, los pocos hombres que las integran, ocupan frecuentemente los puestos de mando.
Teniendo en cuenta, que la misión de la Enfermería es proporcionar cuidados, y que la perspectiva de género, está presente en este trabajo, el concepto y la ética del cuidado, forman parte de este preámbulo introductorio. De esta forma se facilita la comprensión de argumentos esgrimidos en secciones posteriores. Se observa la conexión que existe entre la ética del cuidado enfermero y la valiosa visión proporcionada por las teorías feministas.
2.5 ENFERMEDAD Y PADECIMIENTO DIFERENCIAS DE SIGNIFICADOS EN LOS MODELOS MÉDICOS Y ENFERMERO.
La vida de los seres humanos se manifiesta a través de relaciones entre semejantes, estas se desarrollan en el seno de grupos e instituciones. El hombre como ser social está sujeto a relaciones interpersonales que se promueven entre personas que se conocen o no. Estas van a jugar un rol importante en la actividad humana y están mediadas por la comunicación. En enfermería, se establecen relaciones con el paciente y familiares, de modo que le permita a la enfermera favorecer la relación terapéutica, satisfacer las necesidades del paciente y brindar cuidados de enfermería.
El cuidado como centro de atención de la enfermería, se describe también como la relación que se da entre enfermera-paciente con el fin de promover su salud, prevenir, diagnosticar, tratar y rehabilitar las enfermedades que puedan padecer.
Según la clasificación durante la década del 50 y 60 del pasado siglo fueron concebidas un grupo de teorías que se agrupan dentro de la escuela de la interacción. Estas marcan como tendencia un enfoque de la enfermería a partir de las relaciones interpersonales enfermera-paciente, para un desarrollo en la relación terapéutica. Considera que la complejidad estructural del cuidado de enfermería radica en su naturaleza humana y social, en la comunicación y la relación recíproca entre la enfermera y el paciente.
El significado de la enfermedad varía en función del paradigma y la perspectiva desde la que se aborda. Desde el paradigma positivista, propio del ámbito de la biomedicina, se concibe la enfermedad desde un punto de vista mecanicista o biologicista, de manera que se prioriza la alteración orgánica que acontece en el cuerpo humano, obviando la subjetividad inherente a dicho proceso. 
Quijano propone que ya desde la medicina hipocrática y hasta hoy las historias clínicas no se han preocupado por indagar en la subjetividad del enfermo, en el modo en que afronta y enfrenta su enfermedad; en cambio han centrado su interés sobre el diagnóstico y la terapéutica de la enfermedad.
Así, por ejemplo, en muchas ocasiones la propia organización de un hospital evidencia esta priorización hacia la alteración orgánica, de tal forma que las personas que allí acuden son clasificadas por su patología y no por las necesidades que presenten; pudiendo darse el caso de que coincidan en un mismo espacio físico –habitación- dos sujetos con una misma patología que tengan necesidades y respuestas humanas diametralmente diversas.
Frente a la doctrina positivista se encuentra la doctrina humanista o fenomenológica, que defiende que el modo en que los sujetos perciben su enfermedad y le dan significado a través de las necesidades que demandan está fuertemente influenciado por su contexto social y cultural. El primer paso para entender la enfermedad desde la doctrina humanista es considerar al paciente como una persona. El humanismo se define como el interés del profesional por curar y aliviar los problemas de salud que se presentan en los pacientes, pero no considerándolos como cuerpos humanos sino como personas. 
Persona alude a una unidad somato-psíquica-social conformada por una serie de creencias, valores y costumbres estrechamente vinculados con la sociedad y la cultura, lo cual condiciona su manera de interpretar y expresarse ante situaciones como la enfermedad.6 Esta visión propone romper con el estigma de la pasividad de los pacientes, quienes pasan a convertirse en sujetos activos que son escuchados y tomados en cuenta en el control y manejo de sus enfermedades.
El profesional de enfermería en las diferentes situaciones de enfermería se relaciona con pacientes y familiares, fundamentalmente a través de la comunicación, donde aplica diferentes elementos. Esto favorece que la enfermera realice un plan de cuidado personalizado mediante una relación recíproca. Una buena relación enfermera-paciente contribuye con el mantenimiento de la salud, la propuesta de plan de cuidados y mejora la actividad de enfermería.
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2.3 EL LENGUAJE Y LOS CUIDADOS ENFERMEROS COMÚN TÉCNICO CIENTÍFICO
El cuidado es la esencia de la práctica de la enfermería, su rasgo dominante, distintivo y unificador y entre las acciones de cuidado está la comunicación como parte integrante de la relación de ayuda.
Hoy en día un gran número de enfermeras están comprometidas con una práctica profesional al lado de personas, familias o comunidades, y son responsables de ofrecer cuidados específicos basados en las necesidades que viven las personas ante diversas experiencias de salud. De manera general podemos decir, el centro de interés de la disciplina de enfermería indica aquello que se orienta a la práctica de la enfermera, sobre lo que dirige su juicio clínico y sus decisiones profesionales.
El lenguaje común es la facultad de poder comunicar los propios pensamientos o sentimientos a un receptor o interlocutor mediante un sistema o código determinado de signos interpretable para él. ... Una lengua o idioma es una representación particular no artística.
Y es todo aquel medio sistemático de comunicación que pertenece a un grupo es conocido compartido y por los miembros de una clase o profesional.
Lenguaje técnico Cuando se requiere enseñar a utilizar o a manipular algún equipo o maquinaria de una forma objetiva y clara, se utiliza lo que se conoce como lenguaje técnico. Este lenguaje está formado por la jerga de la tecnología en el cual se utiliza.
Es todo aquel lenguaje internacional y basado en la terminología, idéntica  en las diferentes lenguas aunque presente adaptaciones fonéticas a cada sistema.
Lenguaje científico Es el tipo de lenguaje que se utiliza en la ciencia y que requiere unos usos y unas expresiones completamente distintas al lenguaje coloquial, por ejemplo. Utiliza términos específicos de la materia de la que habla, de hecho el léxico especial de los textos científicos es su característica principal.
Es de tipo formalizado frete a otras de carácter natural al igual que el técnico se caracteriza por su especialidad
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